La amante del senador by Leanne Banks

La amante del senador by Leanne Banks

autor:Leanne Banks
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-01-31T10:57:41+00:00


Abraham insistió en que Nicola se quedase a pasar la noche en Crofthaven. Cuando el médico y la familia se hubieron marchado, fue a hacerle compañía a la habitación de invitados donde la habían acomodado y se pusieron a ver una película antigua, Qué bello es vivir, con James Stewart, mientras Nicola se tomaba la sopa que la cocinera le había preparado y Abraham le había llevado.

–Vamos, otra cucharada –la animó Abraham.

Nicola sonrió y sacudió la cabeza.

–Sólo te falta hacer que la cuchara es un avión como se hace con los niños para que coman.

–Bueno, si da resultado –murmuró él tomando la cuchara–. Vamos, abre el hangar para que el avión pueda aterrizar.

Nicola se rió y dejó que le metiera una cucharada en la boca.

–¿Sabes? –le dijo al cabo de un rato–, me pregunto qué clase de padre habrías sido si no hubieses estado demasiado ocupado conquistando el mundo.

Abraham se puso serio.

–Bueno, quiero creer que habría hecho las cosas de un modo distinto.

El corazón de Nicola palpitó con fuerza. ¿Podría ser ese el momento que había estado esperando para decírselo?

–Si tuvieras ahora esa oportunidad… ¿harías las cosas de un modo distinto?

Abraham enarcó las cejas.

–¿Te refieres a tener otro hijo? –contestó riéndose con incredulidad–. Soy lo bastante mayor como para que mis hijos empiecen a darme nietos –se quedó callado y miró a Nicola–. ¿Y tú? Siempre he tenido la impresión de que estabas tan centrada en tu carrera como yo. ¿Te arrepientes de no haberte casado y haber tenido hijos?

–No conozco a nadie que no tenga algo de lo que arrepentirse –respondió ella evasivamente. Quizá después de todo no fuera el momento–, pero tienes razón, he estado tan volcada en el trabajo que no he tenido tiempo de pensar siquiera en la posibilidad de tener hijos.

–¿Está haciendo tic-tac tu reloj biológico? –inquirió él.

Nicola reprimió una risa nerviosa.

–No, últimamente no.

–¿Y qué me dices del matrimonio? No he conocido a ninguna mujer que no haya soñado alguna vez con encontrar a su príncipe azul y casarse de blanco.

Un recuerdo agridulce cruzó por la mente de Nicola. Había estado muy encaprichada de su novio del instituto, y por aquel entonces había estado segura de que un día se casarían, serían felices, y comerían perdices. No podía haber estado más equivocada.

–En mi caso de eso hace ya mucho tiempo. Además, los príncipes azules no existen, y la vida me ha enseñado que los hombres pueden causarte muchas complicaciones. Y pueden dejarte en la estacada en el peor momento, así que es mejor no depender de ellos.

–Suena como si hubiese tenido una mala experiencia –murmuró Abraham.

–¿Quién no se ha dado de bruces alguna vez por culpa del amor? Claro que a ti quizá no te haya pasado porque nunca te han dado calabazas –lo picó–. Aunque creo recordar que en una ocasión me contaste que tuviste que esforzarte mucho para ganarte a tu esposa –añadió chasqueando la lengua a modo de reproche–. Siempre buscando nuevos retos…

Abraham la miró de reojo y emitió un gruñido de protesta.



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